Primero, hay que escribir una obra corta, fácil de leer para los desacostumbrados a la lectura. Puede ser una poesía, un cuento, una breve observación sobre la vida cotidiana. Sólo deben cumplirse estrictamente tres reglas: la primera, no debe ser de un tamaño mayor a una carilla, para poder ser fotocopiada y engalanar cuadernos y agendas de iletrados; la segunda, imitar o tener alguna ligera similitud con un estilo ajeno; la tercera, no omitir golpes bajos.
Concretada la obra, el manual indica que hay que enviarla masivamente por correo electrónico con frases como "Me lo mandaron, es de Fulano, buenísimo!!!!!", sin escatimar signos de exclamación, y donde Fulano es el apellido de un escritor de renombre, en lo posible, de edad avanzada o a punto de morir.
Al poco tiempo, y al recibirlo de vuelta por correo electrónico o lo escuchen citado por radio como obra del escritor Fulano, es indispensable enviar masivas aclaraciones de que la obra no es de Fulano sino nuestra, que sería un halago compararse con Fulano pero que el opúsculo es producto de nuestra inspiración. Todo ello sin omitir un vínculo a nuestro blog, donde mostraremos todo aquello de lo que somos capaces. Dejaremos de ser ignotos para ser considerados, al menos, como buenos émulos, sin importar que nuestra obra sea menos que mediocre.
Está comprobado, es un hecho. Esta metodología ha tenido éxito con las falsas atribuciones a Borges de "Instantes", García Márquez de "La Marioneta", Galeano de "Por qué todavía no me compré un DVD", y más recientemente a Benedetti de "Poema a la clase media".
PS: por si alguno osa confundir mi escrito con uno de Cortázar, basándose sólo en el título del post, que agarre los libros, que no muerden.
muy bueno che, y mucha razon tenes...
ResponderEliminarde hecho,peor es cuando traspasa la web y pasa a los libros impresos como Bucay y tantos otros ladrones...
Fede,
ResponderEliminarBucay, Pigna... y cuántos que no descubrimos...
Gracias por pasar!